Las parejas atraviesan por diferentes momentos. Tras la fase de enamoramiento en la que todo parece fluir, todo es perfecto… aparecen otras etapas.
A medida que la pareja se va consolidando, van apareciendo momentos de alegrías, rutinas, complicaciones y responsabilidades. Esto es común para todo el mundo. Pero la forma de afrontar y sortear los obstáculos que van surgiendo, difiere mucho de unas parejas a otras.
Es normal e incluso beneficioso, que ante ciertos problemas, la pareja pueda llegar a discutir, rebatir o plantear diferentes puntos de vista. Podemos sentirnos tristes, enfadados o en total desacuerdo con la otra parte.
Llegados a este punto, se inician reacciones de confrontación mas o menos significativas (acordes con la personalidad de cada uno), exposición de las circunstancias, negociaciones y toma de decisiones. Se da una dinámica personal y única que sigue cada pareja, en la cuál cada uno prevé cuales van a ser las pautas de comportamiento del otro, cuales serán las reacciones e incluso como manejar la situación para que todo fluya de la manera esperada o deseada.
Cuando las discusiones hieren y se temen
A pesar de todo, cuando una pareja discute, siempre debe de haber un denominador común para que una relación sea sana: Sentirnos en todo momento y sin excepción, respetados y amados. Incluso en esos momentos de discrepancia, nunca deberíamos sentir que nos están hiriendo en lo mas profundo de nuestro ser, con tal propósito.
Ver odio o sentir la ira en la mirada de nuestra pareja, en sus gestos o palabras de desprecio, es una experiencia amarga y profunda que desvaloriza, nos deja indefensos y provoca una herida difícil de sanar. Cuando esto ocurre, las negociaciones ya no son tal, se produce un desequilibrio de fuerzas y el daño toma protagonismo dejando atrás los motivos que propiciaron la disputa, pierden valor los razonamientos, incluso quien acabe por conseguir su objetivo.
A pesar de que luego se den momentos de arrepentimiento y reconciliación, o que se sucedan momentos felices… la marca ya quedó.
Estas marcas o señales, alertan nuestra mente. Por mucho que intentemos acallarlas, siempre en algún momento, surgirán momentos de lucidez en los que nos replantearemos como es nuestra relación y lo que hay de amor real en ella. Nos preguntaremos que hicimos mal o como pudimos llegar a esa situación.
El momento de plantearnos todas estas cosas, probablemente desaparecerá, quedará enmascarado o cubierto por otras capas de nuestra vida (preocupaciones, obligaciones, risas o momentos cotidianos), pero siempre, va a quedar un poso de duda dentro de nosotros y un aprendizaje.
Es muy probable, que en la próxima discusión cedamos o tomemos una actitud más conciliadora para no tener que volver a sentir esa mirada, escuchar esas palabras, o volver a tener ese desagradable sentimiento de desprecio. Pero estas medidas no funcionan y es muy probable, que volvamos a revivir la experiencia.
Si en frecuentes ocasiones de disputa, nos hemos sentido profundamente dolidos, humillados y no respetados… o hemos tenido la sensación, de que la otra persona utilizó todas sus armas para ensañarse con nosotros… quizás deberíamos admitir, por mucho que nos cueste, que no es una relación todo lo sana que debiera.
Probablemente, intentemos justificar tal hecho para no admitir la realidad. Pero lo cierto es, que una relación sana no debe doler, incluso en los momentos más críticos de desacuerdo.
El respeto, dar amor y sentirse amado son los pilares de la pareja.
Si sientes que tu relación se está deteriorando, no te sientes libre y cómoda en tu relación o incluso quieres, pero no sabes cómo poner punto y final, yo puedo ayudarte a recuperar la fortaleza y claridad que necesitas. Contacta conmigo para aclarar cualquier duda sobre la terapia o concertar una cita en mi despacho de Madrid.
Eva María Cibrián
Psicóloga especializada en relaciones tóxicas y conflictos de pareja
Glorieta de Ruiz Jimenez, 4 – Madrid
Teléfono: 644 90 50 05
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